Una comunidad agradecida | Misa en la Catedral de San Isidro

En una misa en la Catedral de San Isidro, celebrada por nuestro Obispo, Monseñor Ojea, nuestra comunidad se reunió para dar gracias a Dios por los 45 años del Centro y por un año lleno de buenas decisiones!

«Nosotros tenemos cosas que agradecer esta tarde, en esta misa, los 45 años del Centro de Espiritualidad, tanta gracia en estos años, tantos hermanos que han participado de muchísimos bienes, de la fuente de la gracia. Por otro lado, también es una misa de fin de año, es una misa de Adviento para preparar el corazón para la Navidad. Damos gracias al Señor tantas cosas», destacó Monseñor Ojea en su homilía.

¡Fue una verdadera fiesta, una gran alegría! Al finalizar, Inés Ordoñez de Lanús le pidió al obispo que realice el envío a los nuevos Acompañantes Espirituales, a los jóvenes misioneros que partían el fin de semana a General Conesa, y a Cecilia, nuestra primera misionera Ad Gentes que comienza el 5 de febrero una misión en Costa de Marfil, en África!!!
Bendito SEA Dios!! Junto a nuestros niños, toda la comunidad volvió a presentar nuestros corazones al Niño de Adviento; los entregamos henchidos de amor y confianza renovada: Aquí estamos Señor!!!!

 

Homilía completa:

Queridos hermanos,

Este es uno de los pocos textos del evangelio en los que el Espíritu Santo nos permite asomarnos al contenido de la oración de Jesús. Esto era una gran incógnita para los discípulos. Jesús se quedaba rezando solo cuando iban a dormir, o se iba a la montaña, pero los discípulos no sabían bien qué hablaba Jesús con el Padre, que le decía, cómo era la oración de Jesús. Y varias veces se muestra en el evangelio la inquietud de los discípulos por conocer acerca del contenido de esta oración.

Y aquí el Espíritu Santo nos permite asomarnos un poquito. Es el Señor en la oración, justamente después de la misión de los 72, dice según Lucas: “Yo te alabo Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y haberlas revelado a los pequeños”. Es decir que lo primero que hace Jesús ante el Padre es dar gracias, es agradecer.

Nosotros tenemos cosas que agradecer esta tarde, en esta misa, los 45 años del Centro de Espiritualidad, tanta gracia en estos años, tantos hermanos que han participado de muchísimos bienes, de la fuente de la gracia. Por otro lado, también es una misa de fin de año, es una misa de Adviento, es una misa donde preparamos junto a la imagen del Niño Jesús que hemos adorado, para preparar el corazón para la Navidad. Damos gracias al Señor tantas cosas.

 Dar gracias es un acto de justicia, pero además siempre le hace mejor al que las da, que al que las recibe, y el Señor sabía esto, por eso da gracias. Pero además da gracias por el modo como el Padre ha querido revelarse a través de los pequeños, a través de los sencillos.

El Señor viene de fracasar en su predicación en las grandes ciudades rabínicas. El Señor, cuando se va de esas ciudades, su predicación no ha tenido mucho éxito, entonces dice algunas cosas sobre esas ciudades, sobre Corozaín, y al terminar ese fracaso (sus colegas no lo han reconocido debidamente), el Señor experimenta que la misión de los 72, su llegada al pueblo, lo llena de alegría y bendice al Padre, bendice al Padre porque los pequeños entienden el evangelio.

La primera característica de la oración de Jesús entonces es que es  una oración de acción de gracias. La segunda es que es una oración de pobreza. Porque el que da gracias por el don, tiene conciencia del don, dice “todo me ha sido dado”. Jesús dice: “todo lo recibí del Padre”. Esta oración se parece tanto al Magníficat, que los exégetas dicen que en este texto se ve clarísimo que es la Virgen la que enseña a rezar a Jesús. “Glorifica mi alma al Señor, yo te alabo Padre…todo me ha sido dado,  el Señor miró con bondad mi pequeñez”, va a decir el Magníficat. Y así el estilo de espiritualidad de la Virgen, el modo de rezar, esta conciencia que tenía Maria de su pobreza, de su ser nada delante de Dios, la traslada a Jesús cuando le enseña a rezar.

Maria es consciente de su pobreza, de su nada, por eso da gracias, es consciente de su fragilidad por eso bendice a Dios porque Dios la ha visitado, y la ha hecho feliz.

En tercer lugar, la oración de Jesús, además de ser una oración de acción de gracias, una oración de pobreza -como lo ha aprendido de la madre-, es una oración de revelación. Siempre en la oración el Señor se hunde en el misterio del Padre y por eso lo va aprehendiendo cada vez más, lo va saboreando cada vez más, por eso “nadie conoce al Hijo sino el Padre y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”. En la oración se va revelando el mismo misterio de la Santísima Trinidad. De alguna manera, de la oración siempre salgo con un cierto aprendizaje, aunque no me dé cuenta, es un modo de aprender.

Y finalmente (esto está en San Mateo, no está en este texto pero está en el texto paralelo de Mateo) además de ser una oración de acción de gracias, de pobreza consciente y de revelación, el Señor sale de la oración con el corazón dilatado por la compasión, el texto de Mateo dice “vengan a mi todos los que están afligidos y agobiados y yo los aliviaré”. Ese texto está puesto inmediatamente saliendo Jesús de rezar, como si el corazón se agrandara y necesitara compartir  lo que ha recibido en la oración con los demás, para hacer nuestras cargas más ligeras, más livianas, para compartir el dolor del corazón, y para multiplicar la alegría cuando se comparte.

Queridos hermanos en esta misa de acción de gracias…

Siempre en la Iglesia es más importante el don, incluso en la Eucaristía, que todo lo que nosotros podemos hablar de Dios. En la Iglesia es más importante Dios que se da, que lo que decimos de Dios. Esto tiene mucho menos importancia. El beato Pablo VI decía que la fiesta es el “talante de la Iglesia” porque la Iglesia celebra el don, celebra el regalo de Dios; no celebra al hombre que se auto produce sino que celebra al Dios que regala, al Dios que da hacia nuestra pobreza.

Que podamos entonces nosotros, en esta misa de acción de gracias, pedirle al Señor que esa oración nuestra pueda tener estas características: de acción de gracias, de consciencia de nuestra pobreza, de revelación, en el sentido de que siempre salgamos de la oración con esta novedad, que es otro tema del Adviento. Dios es siempre una novedad, Dios es siempre joven porque es amor y Dios siempre es capaz de regalarnos algo nuevo; aunque creemos que lo sabemos todo, y algunos hasta que hemos vivido todo, siempre es nueva la Navidad.

Y finalmente la oración es una oración de compasión, porque toda esa compañía que he recibido en la experiencia del Padre quiero trasladarlo a los hermanos, para poder hacer más liviana su carga, y aquí está el sentido del acompañamiento espiritual.

Bendigamos al Señor por todo lo que nos da, por todo lo que enriquece nuestra pobreza y aprendamos a compartirlo con los hermanos.