Testimonios y agradecimientos a Marcela Rueda, al concluir su mandato como directora del Centro de Espiritualidad Santa María en Chile

Testimonio de Horacio Rodríguez Correa

Marcela,
Hace ya bastante tiempo atrás, cuando se inauguró nuestra sede del Centro Santa María, Inés nos pidió que escribiéramos un testimonio respecto de lo que significó para nosotros como arquitectos el haber sido parte de este proyecto.
En ese momento se me vinieron a la mente varias instancias o momentos del proceso, de como lo vivimos con la Bertita, como se fue dando y que sin querer al final tuvimos que asumir el proyecto, del cual tratamos de zafarnos, encargarlo a otros y sólo aportar con nuestra experiencia desde afuera.
Pero las cosas en general no son como uno las piensa y proyecta, y la vida nos va poniendo en el camino lo que uno menos espera.
Pero así como se nos van poniendo pruebas por delante, uno tiene la facultad de tomarlas, hacerlas suyas y sacarlas adelante.
No queríamos, pero nos involucramos, y cuando nos involucramos, nos involucramos con todo.
Y ahí fue cuando me tocó conocerte.
A primera vista una mujer pequeña, de carácter suave, y que al parecer no entendía mucho del proyecto en qué la estaban embarcando.
En esa primera reunión donde te conocí estabas rodeada de varios hombres, los cuales yo creía serían los encargados de empujar esta barca que comenzaba a navegar sin un puerto seguro donde llegar.
Harían grandes campañas, sistematizarían el sistema de pedir donaciones, medirían los tiempos para conseguir de cada uno lo mejor, harían trípticos y mil cosas más, todo sacado del mundo profesional donde fueron educados y donde son todos muy exitosos, vi mucha energía, muchas ideas, compromiso y también mucho corazón.
Por mi parte me tocó ver como la Bertita se reencantaba con la arquitectura y como hizo suyo un proyecto ajeno, al cual le sacó con mucho trabajo, compromiso, dedicación y corazón, lo mejor.
Verla trabajar en este proyecto, me recordó tiempos pasados en que todo su ser estaba involucrado en cada línea que tiraba, en que la justificación a ella venía de lo profundo, por lo cual no siempre tenía una explicación para los demás.
Fue para nosotros como pareja una linda relación en torno a un proyecto, como hemos tenido muchas otras en nuestra vida profesional, pero esta tenía algo especial.
Diez años antes con la Bertita, discutimos, proyectamos, peleamos y nos construimos nuestra casa y te puedo decir, que esta nueva casa al final, tuvo el mismo sentido de esa primera. De alguna manera, sentí que nos estábamos haciendo una nueva casa.
Una vez que el proyecto estuvo listo en el papel y tuvimos a la vista el costo económico que tendría, se me pasó por la mente que quizás esto sólo llegaría a ser otro lindo proyecto que quedaría plasmado en papel.
Como tenía la información de lo recaudado, sabía la tremenda distancia que había entre el papel y la roca que se necesitaba modelar.
Habíamos participado en otras varias cruzadas en torno a la construcción de iglesias y que siempre falta, pero en esos casos al menos detrás habían instituciones que uno pensaba saldrían al rescate en caso de ser necesario.
Aquí yo veía un grupo pequeño de hombres y mujeres con muchas ganas, pero también con muchas dudas.
El día en que se tomó la decisión de partir, aún faltaba mucho y yo no veía de donde saldría, habían ciertos compromisos que no se cumplían, costos que se compartirían y no llegaban, y también vi alejamientos que me preocuparon.
Durante el tiempo que duró la obra puedo decir que te conocí.
Y también creo que me conociste.
Nos vimos las caras todas las semanas durante todo un año, compartimos un café y discutimos.
Discutimos mucho, pero siempre los dos del mismo lado.
Si bien siempre estuviste acompañada por tus consortes, yo te veía sola respecto de la tremenda carga de conseguir todo lo que faltaba para poder tener al final las llaves que nos abrieran las puertas de nuestra casa nueva.
Al pensar en las horas que dedicaste, en las puertas que golpeaste, en los no o tal vez que escuchaste, en las veces que sumaste y restaste, en los compromisos que adquiriste, me viene un cansancio que simplemente me agota y me hace ver las cosas en otra dimensión.
Cuantas horas quitadas a tu familia nos fueron regaladas.
Por eso me emocionó muchísimo el día de la inauguración ver como silenciosamente corrían las lágrimas por las mejillas de una de tus hijas, ella te conocía de toda su vida y debía saber algo que yo no sabía.
Tu dimensión.
Pequeña de cuerpo, tremenda de espíritu, suave de trato, enérgica en la necesidad, despistada de aspecto, perseverante hasta el infinito, argentina de nacimiento, bien chilena de corazón.
Han pasado ya dos años desde que se inauguró el Centro, y te puedo decir, que durante un largo tiempo eché de menos nuestras reuniones semanales, el café, las discusiones, tu humor, tu confianza, tu fe.
Te podría decir un montón de cosas más que se me vienen a la mente de ese largo tiempo que nos tocó compartir, quizás algún día nos toque compartir un nuevo desafío, ya que así me gustaría que fuera, lo haría esta vez sin pensarlo, sin dudarlo.
No son muchas las personas a las que les he dicho en mi vida que las echo de menos, en este caso me parece de hombre reconocerlo.
Aprendí mucho en ese tiempo, aprendí mucho de ti.
Pude ver al fin, en primera fila, como un espectador privilegiado, como la fe mueve montañas.
Simplemente y para terminar sólo agradecerte, y agradecerle al señor el haberte puesto en mi camino.
Atentamente
Horacio

 

Agradecimientos de  Constanza Labarca                                                                                 Querida Marcela: no voy a estar para el traspaso de mando pero te envío un abrazo apretado y mil gracias. Tu entrega ha sido inmensa y además desde tu sencillez y espontaneidad. Dejas la vara muy alta. Hasta te preocupaste de los cumpleaños de los sacerdotes o de mandarle torta a los Benedictinos para san Benito… Para mí siempre has sido una fuente de cariño, sinceridad y acogida. No solo porque eres mi acompañante sino que siempre y para todos.

Fuiste incluyendo siempre, nunca excluyendo. Generaste equipos de trabajo sanos y eficientes. Lograste sacar adelante la construcción de nuestra casa que tanto hemos gozado. Siempre atenta tanto al los que lo están pasando mal como a los que están celebrando. Y cono no incluir tu arte para entre medio de todo atender al «lindo», a los hijos y a los nietos, ir al sur, a Buenos Aires a ver a tu familia para cumpleaños, aniversarios, matrimonios y otros. En síntesis un genio. Un gran abrazo apretado. Constanza.