Necesitamos volver a la oración. Ser peregrinos de nuestro propio corazón, perder el miedo a nuestras profundidades y animarnos a ir a lo hondo, para encontrarnos con el Dios viviente. ¿Por qué no entrar en nuestro propio corazón y encontrar allí el sentido de nuestra vida, la respuesta de los anhelos más profundos? Este es nuestro desafío y nuestra gran tarea: descubrir que toda nuestra vida es camino hacia nuestro propio corazón y una invitación constante a “adentrarnos”.
Si Dios está “adentro”, ¿por qué permanecemos “afuera”?
agosto 17, 2012 por