“Dejen que los niños vengan a mi”
¿Dónde están nuestros niños? ¿Dónde los hemos dejado? Tenemos que ir a buscarlos a nuestra infancia porque ellos atesoran un secreto que revelarnos, guardan en su corazón de niños datos clave que necesitamos para encontrar nuestra propia identidad, para develar el misterio de lo que somos.
Podemos retroceder en el tiempo e imaginarnos como niños pequeños, jugando en la casa, en la plaza o en la escuela, recordarnos en nuestra cama, entre nuestros juguetes, con las personas con las que vivíamos. Podemos buscarnos en algún aroma, sabor o sensación corporal; en alguna canción cuento o juego. Y encontrarnos llorando en algún rincón, escondidos y avergonzados, lastimados y sangrantes. A veces nos hemos perdido en alguna vuelta de la vida, o hemos quedado olvidados frente a alguna tumba, ante la cual hoy seguimos llorando.
En la presencia del Señor, podemos contemplarnos actuando y sintiendo. ¿Qué me pasa? ¿Con quiénes estoy? ¿Quién me cuida, quién me quiere, quién me mira, quién me escucha? Podemos ir a buscarnos y abrazarnos. Podemos escucharnos y mirarnos… y consolarnos y enjugar nuestras lágrimas.
¿Qué tuve ganas de decir y no dije? ¿Qué tuve necesidad de hacer y no puede? ¿Qué quise gritar y no me dejaron? ¿Qué tuve ganas de decirles a mi papá y a mi mamá? ¿Qué tengo ganas de decirles hoy?
Este retiro es una experiencia contemplativa para celebrar el encuentro con nuestro niño interior, y acercarlo a Jesús para que él lo abrace y lo bendiga y lo sane de todas las heridas recibidas.
Jesús está presente en nuestra vida de hoy, con todo el poder de la resurrección. Su presencia es eterno presente: ayer, hoy y siempre. Él puede llevarnos hoy a nuestro ayer, para sanar lo que quedó lastimado, para desatar lo que quedó atado, para revertir lo que aparece en nuestro presente como irreversible. Podemos volver las veces que haga falta, de la mano de Jesús que ama a nuestros niños, a aquel momento de nuestra infancia. Retornar a la escena, para hacer que se defienda, pegando, golpeando, gritando… que pida ayuda o que salga corriendo… que llore como no lloró… ¡y abrazarlo! Así vamos a liberarlo de la impotencia, del enojo, de la rabia. De esta misma impotencia, rabia y enojo que aún se hace presente en nuestras vidas de adultos, impidiéndonos ser felices.
¡Dejemos que nuestros niños se acerquen a Jesús! No se los impidamos, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dejemos que el Señor nos abrace, nos bendiga, nos cure y nos sane.
Duración
– 3 días
Metodología
Es un retiro de silencio que nos dispone al don de la contemplación. Todo el retiro se desarrolla con la metodología del Camino al Corazón: a la luz de la Palabra del día y de la Eucaristía compartiremos momentos de oración que nos disponen a la contemplación, meditaciones, espacios de percepción y reflexión personal, ejercicios de integración y acompañamiento espiritual.