Retiro de Fuego en la cárcel de Almafuerte, Mendoza

El 20 y 21 de agosto realizamos un Retiro de Fuego en la cárcel de Almafuerte, en Mendoza. El Padre Roberto Juárez, capellán de esta unidad penitenciaria, nos abrió las puertas para poder llevar el mensaje de esperanza y de amor a las personas que están allí cumpliendo su condena. Compartimos los testimonios del maravilloso equipo de acompañantes que coordinaron el Retiro. ¡Gracias por su entrega generosa, y gracias a quienes abrieron su corazón para recibirlos!

El Retiro de la cárcel de Almafuerte fue una experiencia única, conmovedora, ninguno de los internos fue indiferente… absorbían todo, nos escuchaban y relataban su vida. 
No fuimos a dar el Retiro de los corazones (como lo llamamos en el equipo), sino que fuimos a dar un Retiro “a» corazones, corazones heridos, con historias duras, dolidos, y conscientes de cómo llevaron su vida que los depositó en una cárcel.
Nuestra tarea era mostrarles que son valiosos, que pueden restaurar su corazón, que actuaron así por las durísimas circunstancias de la vida, y que el perdón ya los “abrazó»!
Todavía nos resuena el ruido de las puertas y rejas que se cerraban detrás de nosotros para ir entrando por pasillos que nos llevaban a ese espacio de dolor. Caminando por los pasillos, se nos hacía presente lo que tantas veces repetimos «descendió a los infiernos y al tercer día resucitó de entre los muertos»... estábamos entrando al infierno de la cárcel con el salvoconducto de Jesús resucitado en la mano. Fuimos a anunciar la esperanza y ellos la recibieron, salimos con la confianza y la certeza de que Jesús se las daba. 

Rafael Barruti (Coordinador de Retiros de Fuego)

 

“Porque …..estuve preso y me vinieron a ver….” Mt 25, 36

El retiro de fuego en la cárcel Almafuerte de Mendoza comenzó al entrar en el hall donde estaban las visitas esperando ser requisadas. Como 100 mujeres pintadas, arregladas y con bebes en brazos e hijos pequeños que con enorme fidelidad, venían a visitar a sus parejas. 
Fuimos entrando: abrían una puerta, pasábamos y tac! se cerraba atrás nuestro. Así pasamos como 5 puertas hasta llegar a la capilla. Íbamos acompañados por el P. Roberto Juarez, capellán de la cárcel. El primer día vinieron 27 internos, al día siguiente 17, de los cuales uno había venido el día anterior y quiso repetir la jornada! 

Uno de ellos, Alfredo, tenía su corazón triste. Hacía cuatro días había muerto su hijito. Su mujer había dado a luz a trillizos de cinco meses, 2 estaban en incubadora y el varón, Ángel Alfredo había muerto. Pudo empezar a llorarlo y el grupo lo escuchó en un profundo y conmovido silencio. Luego lo bendijimos pidiéndole al Señor que su bebé sea su “’ángel” que lo guíe y lo ayude a volver a elegir la vida. Cuando terminó la convivencia me dijo: Señora, elijo la vida!Dimos una charla y luego en pequeños grupos nos compartieron cómo estaba su corazón.

Otro interno contó que le decían el “maldito” porque era malo y no dejaba que se le acercara nadie. Terminó agradeciéndonos que hubiéramos ido porque le decíamos lo mismo que el cura pero con su lenguaje, entonces le llegaba más y lo podía entender.

Hablamos del perdón a los demás, de pedir perdón y sobre todo de perdonarse a sí mismos, esencial para no reincidir en el delito como un modo de seguir castigándose. Fue muy fuerte leer la parábola del padre Misericordioso en ese contexto: decirles que se imaginen a Dios mirando el horizonte para ver si se acercaba su hijo por allí para abrazarlo y recibirlo con una fiesta perdonándolo sin ningún reproche…. Todo fue profundamente conmovedor!!!! Le damos gracias a Dios que nos regaló esta posibilidad de ser canales de su Amor!!!

Anita A. de Santamarina (Acompañante Espiritual)

Mendoza, agosto 2018