Cuando nos disponemos a la contemplación, nos retiramos a “nuestra habitación secreta” -como dice el evangelista Mateo- y allí entramos en comunión con Dios que nos invita a participar en la intimidad de su vida divina.
La oración contemplativa es un acto de puro amor que se da entre las tres Divinas Personas y el orante. De parte de Dios es la entrega amorosa de Sí mismo; de parte nuestra, es la decisión de entregarnos y dejar que Dios sea en nosotros, disponiéndonos a tan admirable unión.
En ese movimiento de amor Dios simplemente es; y el orante deja que sea; se deja habitar por Quien ya lo habita, y aprende a adorarlo en espíritu y en verdad para ser alabanza de su gloria.