Yo les digo: Pidan y se les dará; busquen y hallarán; llamen y se les abrirá. Porque el que pide, recibe, el que busca, encuentra y al que llama, se le abre”. Lc 11,9-11
Y nos pone un ejemplo: “Si nosotros les damos cosas buenas a nuestros hijos, cuanto más nuestro Padre del Cielo”. Y nos sigue diciendo: «¡Pidan al Padre que les de al Espíritu Santo! ¡Pidan el Espíritu Santo!! Y él se los dará a aquellos que se los pidan».
Tenemos que aprender a pedir lo que necesitamos. Porque a veces tenemos experiencias tan dolorosas… porque no nos dan lo que necesitamos, porque no sabemos pedir… porque ni siquiera sabemos qué es lo que necesitamos.
Tantas personas dicen: yo le pedí a Dios, y no hizo lo que yo quería. Y nos quedamos frustrados y enojados con este Dios que no nos da lo que le pedimos.
La oración de petición es un gran misterio… y tenemos que caminar en este misterio para comprenderlo. No se trata de pedirle a Dios que haga lo que yo quiera. La oración de petición es abrir nuestro corazón al Señor y pedirle lo que me parece que necesito, y al mismo tiempo, entregarle mi SEA a su voluntad. Lo que sí puedo pedir, con la certeza de que siempre lo recibo, es el don del Espíritu Santo, que es la fuerza de Dios que me ayuda a vivir lo que me toca vivir… aunque sea diferente a lo que yo hubiera querido. El Espíritu Santo es la fuerza para vivir lo que me toque vivir cada día, sabiendo que todo lo que viva, puede ser camino para aprender a amar y que tu amor Señor, puede transformar todo lo que me pasa, así como me pasa, en algo bueno para mí. Esa es tu promesa, y yo la creo.
Entonces… ¡animémonos a pedir con insistencia!
Extraído de las meditaciones diarias | 6 de octubre 2016