En el mes de marzo la Casa de María recibió a los diferentes grupos que a lo largo de estos años realizaron la peregrinación a Tierra Santa, guiados por Inés y Manuel.
Participé con Héctor, mi marido (al que casi todos conocen como Pichu), de este primer encuentro de peregrinos en Casa de María aceptando la invitación de Inés y Manuel, nuestros guías y maestros en aquellas tierras lejanas.
La presencia de cordobesas, santafecinos y hasta tres chilenas que formaban parte del grupo hizo la vivencia aún más patente.
Así nos encontramos alguna vez antes de emprender cada peregrinación y ahora nuevamente nos reuníamos con un solo objetivo rezar y agradecer, además de volver a compartir aquella experiencia tan fuerte que habíamos tenido.
Cada uno atesoraba el año de su viaje y su grupo con un cariño entrañable y todos llegábamos con las mismas expectativas.
Fuimos dóciles a la guía de Inés y pudimos imaginar cada lugar de la Tierra Santa en nuestra tierra de Lujan.
Noches de luna llena y días de sol pleno que nos ayudaron a recordar las tardes del desierto y el vía crucis por las calles de Jerusalén.
El lago de Casa de Maria, hizo de mar de Galilea, muy cerca de allí, en la lomada, el Monte Tabor con su Transfiguración y el “qué bien estamos aquí” resonaba en nuestros oídos. Cerca de la Virgen del Sea, la Anunciación, luego la Visita a Isabel y finalmente Belén, el alumbramiento en Maria para toda la Creación.
Que bueno fue recrear estar en Caná de Galilea y renovar las promesas matrimoniales.
Cada misa era la Basílica de la Anunciación, la del Monte Carmelo. Por ultimo la vigilia del sábado a la noche nos recordó las noches pasadas y vividas en el Santo Sepulcro.
Y todo eso junto revivirlo con el fantástico y detallado video del viernes a la noche, preparado por el matrimonio Keller.
Hubo momentos fuertes de oración, de honra, de gozo y preciosos momentos compartidos, en donde faltaban palabras y había lugar sólo para la emoción.
En fin, aprovechen la del año que viene. Qué buena idea!
Somos muy afortunados, demos gracias a Dios!
Por Patricia Conway