Despedida y misión en Gral. Guido

mision_guido_pascua2015_01Fueron tres años, nueve misiones y cientos de vidas compartidas a lo largo de este tiempo. El GMES se despide de Gral. Guido y de su comunidad, que le abrió las puertas de sus casas y de su corazón.

Compartimos los testimonios de dos jóvenes misioneros.

Esta fue mi tercera Misión en General Guido, y entendí el verdadero sentimiento de la misión. El sentimiento verdadero de ver a esa gente unida, dejando de lado cuestiones personales y viviendo en comunidad, compartiendo el verdadero amor de Dios, compartiendo una misma fe, sin cuestionarse y tirando todos para un mismo lado.
Fue realmente increíble ver el cambio en la gente en tan poco tiempo, y por sobre todo, ver cómo los jóvenes se unieron mucho más con nosotros y poder compartir nuestras inquietudes, nuestros miedos, fue algo increíble.
Lo viví como algo único y me llevo los mejores recuerdos y me fui feliz con la conciencia tranquila sabiendo que dí lo mejor de mi y dejando una gran huella en General Guido.
Personalmente, una de las mejores decisiones que tomé en este último año fue haber entrado al GMES, encontré a Dios en cada uno y conocí mucho más del amor de Jesús.
Gracias por haberme aceptado tal cual soy y por abrirme las puertas. Como grupo son un motor en mi vida para grandes logros.
Por todo esto y mucho más estoy segura y decidida de querer misionar todos los días por el resto de mi vida.
Rocío Strada

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Nuevo destino, nuevos encuentros

Me gusta pensar que en cada nuevo lugar que Dios pone en nuestro camino, es un regalo poder compartir distintas experiencias de vida conociendo historias increíbles. Hace poco fue el turno de cerrar el ciclo en Gral Guido, un «carismático» pueblito de la Ruta 2 que dejó huella tanto en el GMES como en las personas que vivieron la misión a través de estos misioneros siendo instrumento.

Como todo nuevo destino, también presentó nuevos desafíos, hacerse conocer y encontrarnos la respuesta de una comunidad que nos recibía con los brazos abiertos. Nueve «encuentros» y muchas puertas aplaudidas, tres años después podemos ver los frutos de los vínculos que se gestaron en ese tiempo. Una comunidad muy creyente que tenía hambre de Dios y muchas ganas de compartirla.

Cada lugar de misión tiene su ADN. A veces encontrar la compatibilidad lleva mas tiempo que en otros casos pero siempre el fruto es más que positivo, con la certeza de que podes descansar en El, que siempre te sostiene y en el grupo que es el motor que contagia esta fe que merece ser compartida. Ahora nos toca esperar, a saber cual es el nuevo camino a recorrer, nuevos destinos y con ansías esperamos nuevos encuentros.

Gonzalo Harriague