Miremos a María del SEA, asunta, resucitada y corredentora | Carta de Inés

Por Inés Ordoñez de Lanús

Queridos amigos,

Magníficat-de-MaríaEstamos celebrando la Fiesta de la Asunción de la Virgen María y quisiera que meditáramos juntos qué significa esta Solemnidad para la Iglesia y para nosotros en el Camino al Corazón.
Para la Iglesia es un dogma de fe proclamado por el Papa Pío XII el 1 de noviembre de 1950 en la Bula Munificentissimus Deus que dice: «…pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado, que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrena fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial».

Finalmente se declaró como dogma una verdad que el pueblo y la Iglesia vivían desde hace 1900 años.

Jesucristo vino a traernos el Reino, vivió, murió y resucitó venciendo a la muerte, y se quedó entre nosotros habitándonos y uniendo para siempre nuestra humanidad a su divinidad para que también nosotros podamos vivir la resurrección desde ahora y para siempre el día de nuestra muerte. La muerte ya no tiene poder para nosotros, es el último parto, el último paso. El pregón pascual canta en la vigilia de Pascua: Muerte que matando VIDA das!!

Y este dogma afirma que la primera que gozó de los frutos de la Pascua de Jesus, fue su propia Madre. Cristo el primero de todos, siendo Dios y hombre, María la primera de todas siendo una creatura humana como nosotros. También nosotros, mientras vamos caminando hacia la plenitud en Cristo, padecemos los dolores de parto y gozamos la alegría de un nuevo renacer experimentando el Reino en nuestra vida cotidiana.

En el camino al Corazón, proclamamos con gozo el Kerygma, el primer anuncio, la Buena Noticia: es verdad, Cristo resucitó como había dicho!, y nos unimos a la pléyade de testigos, también nosotros somos testigos, no como los que “vieron” con sus propios ojos al resucitado, pero somos testigos por la fe. Experimentamos su presencia y podemos reconocer a Jesus vivo y presente en nuestra vida, entre nosotros y en la historia. Jesús vive y a pesar de las atrocidades que comentemos los hombres, sabemos que el mal y la muerte han sido vencidas. Ganarán batallas, pero no la victoria. Sin embargo el Señor, que vino a traernos VIDA y a enseñarnos a vivir esta Vida Nueva, nos llama a identificarnos con él y a aprender a vivir “en la tierra como en el cielo” haciendo la experiencia de que es posible ser buenos y amarnos entre nosotros si estamos dispuestos a aprender a amar y a perdonar por medio del servicio y la entrega.

Se trata de creer, aunque para nosotros sea imposible, con la gracia de Dios nada es imposible. María creyó. Hoy celebramos la fe de María; el evangelio nos relata el encuentro entre María e Isabel que la recibe diciendo: «Feliz de ti porque creíste lo que te fue anunciado de parte del Señor». Y María prorrumpe en el cántico de alabanza: «Mi alma canta la grandeza del Señor y mi espíritu se estremece de gozo en Dios mi Salvador…» Y porque creyó, se hizo servidora, y vivió entregándose a Dios tal como se iba manifestando en su pequeño hijo que crecía” como uno de tantos” en edad y sabiduría, delante de Dios y de los hombres…y María guardaba todas estas cosas en su corazón… Y Dios, encarnado en Jesucristo, se tomó todo el tiempo que fuera necesario hasta que su propia madre pudo marcar su “hora” y decir a la humanidad entera en ese puñado de servidores: «Hagan todo lo que él les diga”. Porque ella lo hacía…y su misión sería enseñarnos para siempre. Discípula y maestra.

Y acompañó a Jesús hasta su último grito, y lo tuvo en sus brazos cuando lo bajaron de la cruz, y acompañó su sepultura…y siguió creyendo… Y si bien no lo dicen los evangelios…nuestra fe puede suponerlo…si La misión de Juan el Bautista era señalar a Jesús, y ya en el seno lo señaló, y a su madre antes que a nadie; podemos suponer que entonces también Jesús, a la primera que se le apareció resucitado fue a su Madre. Para que lo viera glorioso en su triunfo definitivo!!

Y, como nos dice el dogma: terminado el curso de su vida, es decir cuando María murió- fue ella la primera en identificarse plenamente a su Hijo; en su muerte y resurrección. Y su cuerpo no conoció la corrupción de la muerte! Y resucitada, en cuerpo y alma, los ángeles la llevaron para configurarse definitivamente en el Cuerpo glorificado de su Hijo. María del SEA, es María asunta, resucitada y corredentora. Desde el cielo nos enseña a vivir en la tierra como en el cielo, a unirnos a la obra de Su Hijo dejando que SEA en nosotros su Voluntad. Y su Voluntad es el amor!!!!

Y aprendiendo a mirar sus ojos de ternura, ella misma nos enseña a contemplar a su Hijo y a reconocerlo. Cantemos también nosotros el MAGNIFICAT con ella, hagamos nuestro propio Magnificat, y unámonos en un profundo agradecimiento de corazón a corazón.

Para la vida cotidiana.

Encontremos a María en nuestro corazón. Ella también nos habita. Encontrémosla en nuestra capacidad de amar y en nuestros propios gestos de ternura hacia los demás. Ella, llena del Espíritu Santo nos impulsa a ser buenos. María está con nosotros. Aunque la sintamos lejos…está, y unida a nosotros íntimamente. Encontremos una palabra de amor que queramos decirle, una palabra que ella nos dice y que queramos escuchar. Todo el día…dejémonos abrazar por su amor, y quedémonos en silencio bajo el calor de su manto.

Amén