Los retiros en el Camino al Corazón

Dios preparó a su pueblo en el desierto durante cuarenta años, Jesús se retiró cuarenta días al desierto, la tradición monástica privilegió el silencio y la soledad como prácticas necesarias para el encuentro con uno mismo y con Dios, y como requisito para la vida en comunidad. Los retiros espirituales siempre fueron una práctica muy recomendada en la Iglesia orientados a renovar y crecer en la fe.

El Camino al Corazón exige la libre decisión de la persona para entrar dentro de sí misma y recorrer un camino de interioridad y autoconocimiento, que la ayude a integrar la dimensión espiritual a toda su realidad humana. Desarrollar la inteligencia espiritual requiere mantener despierta la conciencia espiritual por medio de ejercicios espirituales que se realizan al despertarse, durante el día, y al acostarse; un tiempo fuerte en la semana (grupo de oración), un tiempo fuerte en el mes (desierto) y un tiempo fuerte durante el año (retiro contemplativo).

En el Camino al Corazón, los retiros son una práctica necesaria. Están fundamentados en la fe, la Palabra del día, la oración en todas sus formas de expresión dedicando más tiempo a la contemplativa en los retiros contemplativos, la eucaristía y la comunidad.

Los retiros de dos o tres días ahondan en algunas de las etapas propias del camino, son retiros para reflexionar y dejarse confrontar, iluminar y sanar por la Palabra. Los retiros precontemplativos, de tres a cuatro días, además de esta reflexión necesaria que requiere mucha práctica, dedican más tiempo al desarrollo de la percepción y el silencio para ir reconociendo y gustando los diferentes modos de orar y de estar con Dios. Y los retiros contemplativos propiamente dichos, requieren de más tiempo para reconocer y experimentar el “estar” en escucha contemplativa.

¿Por qué un retiro contemplativo?

En el camino a la contemplación es preciso que experimentemos el paso de la dimensión mental -que supone la actividad de la mente en cualquiera de sus expresiones como pensar, dialogar, imaginar, sentir, etc.- a la actividad espiritual de percepción, silencio, recogimiento y quietud. Y para ejercitarnos en estas prácticas espirituales es necesario detenerse y permanecer un tiempo prolongado que nos permita experimentarlo por nosotros mismos. Lo exige el proceso espiritual que va integrando la dimensión psicológica y corporal de la persona.

Renovada en su fe y en su esperanza, la persona se descubre como hija amada del Padre, sanada y abrazada por Jesucristo, y consolada y fortalecida por el Espíritu Santo. Con la mirada contemplativa puesta en María, estos retiros se realizan en comunidad regalando a los participantes la potente experiencia de la abundancia del amor que se derrama en el siempre nuevo Pentecostés, que nos renueva como Iglesia y nos envía a irradiar y ser testigos de cuánto nos ama Dios!!

También en nuestro camino, recomendamos la experiencia personal del silencio y la soledad de la ermita, en profunda intimidad con el Señor expuesto en el Santísimo Sacramento.

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