Antes de dormirme, me habitúo a hacer la HIGIENE DEL CORAZÓN. Así como es bueno bañarse y lavarse antes de meterse en la cama, es bueno acostumbrarnos a higienizar nuestro corazón antes de irnos a dormir. ¿De qué se trata? De mirar mi corazón y volver a repasar cada una de las cosas que viví a lo largo del día: lo que hice, dije, pensé y sentí. Es un hábito muy valioso en el camino del autoconocimiento, porque nos ayuda, cada día, a conocernos más a partir de las pequeñas situaciones cotidianas. Todo lo que nos pasa en la vida es “contenido” para aprender a ser quienes somos. Por eso es muy bueno acostumbrarnos a terminar cada día mirando nuestra vida y descubriendo en lo cotidiano el resplandor de nuestra identidad.
La Higiene del Corazón
Hago la señal de la cruz y rezo el Padrenuestro.
Hago una respiración profunda y trato de recordar cómo me sentí al levantarme.
¿Cuál fue mi primer pensamiento?
¿Cuál fue mi primer sentimiento?
¿Cuáles fueron las primeras palabras que dije y escuché?
¿Cuál fue la sensación corporal con la que amanecí? ¿Pude descansar bien?
Vuelvo a hacer una respiración profunda, y voy recorriendo cada uno de los lugares en los que estuve a lo largo del día.
¿Cómo me sentí en cada uno: a gusto, a disgusto, agredido, recibido, contento, molesto, etc.?
¿Pude ser yo mismo en todo lugar?
¿Cuál fue mi actitud en estos lugares? ¿Cuál fue mi aporte?
¿Hay algo de lo hice o dije de lo que me arrepienta o tenga que pedir perdón?
Respiro profundamente y voy recordando cada una de las cosas que hice a lo largo del día: mis tareas cotidianas, trabajos y actividades.
¿Cómo fue mi actitud interior al realizarlas?
¿Qué pensamientos, palabras, gestos, sensaciones y emociones me
acompañaron a lo largo del día?
¿Qué fue lo más lindo que hice, lo que más me gustó, lo que más
disfruté?
¿Qué fue lo que hice muy bien?
¿Hubo algo que hice mal o que dejé de hacer por pereza? ¿Qué hubiera
podido hacer con más amor y dedicación?
Respiro profundamente. Recuerdo a cada una de las personas con las que me encontré a lo largo del día.
¿Qué es lo más lindo que viví en mis encuentros con los demás?
¿Qué es lo más gozoso de ese encuentro, que sigue resonando en mi corazón al terminar este día?
¿Qué fue lo que más me costó? ¿Con quién me resultó difícil estar?
Trato de darme cuenta de las emociones que viví a lo largo del día con respecto a las personas; las que pude expresar y las que no, positivas y negativas.
¿Hay alguien a quien le tenga que pedir perdón por mi actitud a lo largo de este día? ¿Hay alguien a quien tenga que perdonar?
Respiro profundamente. Tomo conciencia de cómo me siento en este momento, al terminar mi día.
¿Cómo está mi corazón al terminar este día?
¿Por qué quiero dar gracias?
¿Qué pienso de mi día de hoy?
¿Con qué palabra o qué frase puedo decir lo más importante que viví?
¿Qué fue lo que hice? Hago un recorrido de todas mis actividades a lo largo del día. De todas las cosas que hice ¿cuál fue las más importante o la que más me gustó?
¿Cómo me sentí a lo largo del día? ¿Cómo me siento ahora al terminar el día?
¿Cómo me sentí físicamente en este día? ¿Cómo siento mi cuerpo ahora que me dispongo a descansar?
Respiro profundamente, y doy gracias a la vida por este día, por todo lo que me pasó, así como me pasó.
Me duermo repitiendo en silencio el nombre de Jesús.
Extraído del libro QUIERO SER YO MISMO – Inés Ordoñez de Lanús – Ed. Camino al Corazón, 2014.