El fin de semana del 15 al 18 de agosto el Grupo Misionero Espíritu Santo (GMES) fue a misionar al pueblo de General Guido, perteneciente a la diócesis de Chascomús. Les compartimos unos testimonios de algunos de los jóvenes:
GMES, una caricia al corazón
Misionar con el Grupo Misionero del Espíritu Santo es una experiencia distinta, es sentirse querido.
Formar parte del grupo es lo más lindo que me pasó en los últimos tiempos. Entré hace pocos meses y cada día estoy más contento, me siento más vivo. Todos los domingos vivo un proceso en donde me encuentro conmigo mismo, me sincero y comparto en pequeños grupos mis más profundas tristezas, lo que más duele. Escuchar a los demás me da valentía y me hace entender que no estoy solo en mis problemas. Desde que llegué, no dejo de admirar a todos los que abren su corazón domingo a domingo porque así se me hace mucho más fácil abrir el mío. Estoy muy contento y quiero que lo sepan.
La misión es el gran acontecimiento, la razón de todas las reuniones y el momento en donde la amistad entre los miembros del grupo se afianza. Yo realmente creo que esta misión de agosto en General Guido no me la voy a olvidar nunca en mi vida. Es una experiencia en donde las 31 sonrisas se complementan para no dar más que amor, en donde el buen sentido del humor abunda y la escucha se pone al servicio de los que más la necesitan. “¿Siempre son así de buenos y sonrientes ustedes los misioneros? ¿O es solo un papel actuado?”, se llegó a escuchar en una de las reuniones con los jóvenes del pueblo; fiel reflejo de lo lindo que es misionar.
A nivel personal no puedo más que decir que ser parte del GMES es un placer, una aventura del corazón. Para mi GMES es sentirme acompañado, querido y por sobre todas las cosas, poder vivir mis cruces con mucha alegría. Ahí pongo la lupa y me detengo para explicar que siempre fue difícil para mí, por distintas razones, sentirme cómodo en un grupo. Ya sea porque no me valoraron o porque yo mismo no lo hice, poder sentir por primera vez lo lindo que es que te tengan en cuenta significa muchas cosas: poder sonreír, poder abrazar, dejarse abrazar, pero sobre todo aprender a perdonar. Lo terapéutico que es que el que me lastimó me pida perdón y yo pueda perdonarlo con toda el alma es lo más lindo que me enseñó Jesús, es lo más recomendable del universo. Poder perdonarme a mí mismo es un gran desafío, tarea más que difícil, pero tengo fe y se que él me apoya desde arriba.
Misionar con el Grupo Misionero del Espíritu Santo es una experiencia distinta, es sentirse querido, es una caricia al corazón.
Joaco Barruti
Meternos en la piel del otro
Misionar es una experiencia lindísima que hay que vivirla.
Fuimos 31 chicos a General Guido, en la provincia de Buenos Aires, con un objetivo en común, el dejar de lado la rutina y meternos en la piel del otro misionando los corazones de los demás. Es increíble como pueden pasar tantas cosas en tan poquitos días y como se siente día a día el cariño inmenso, la entrega, la predisposición, la alegría y la compañía entre el grupo y las personas de General Guido.
Por la mañana, visitábamos las casas y a la tarde, nos juntábamos todos, niños, jóvenes y adultos en la plaza. Lo muchísimo que me dieron con tan poco a cambio; su amor, sus mimos, sus palabras, su aliento. Cada vez que charlaba con ellos me sentía feliz y al mismo tiempo, valiosa al ver que se animaban a contarme sus historias, que para mi es una de las cosas más importantes que te puede regalar una persona. Los chiquitos no dejan de sorprenderme, son pura alegría, energía y simpleza. Son felices con tan poco: pintura, soga, lapices de colores. Haciendo pulseritas, jugando al fútbol, corriendo por toda la plaza o simplemente charlando con su inmensa curiosidad, estoy super agradecida que estén los niños porque se necesita de su simpleza y curiosidad.Aprendí en esta misión que todos tenemos una historia para contar, que todos de alguna forma tenemos algo en común, la necesidad de amar al otro, la necesidad de contar lo que nos pasa, la necesidad de dejarnos amar por el otro. En esta misión se vio muchísimo a Jesús en todos. Su amor, servicio y humildad!
Vuelvo con el corazón lleno y con otra mirada tratando de mirar al otro sin prejuicio, siendo más curiosa y más atenta con el otro, porque todos tenemos algo para contar y para eso, hay que estar con el corazón en la mano, para que vean que estamos dispuestos a escucharlos, aunque nos cueste.
Carolina Sanchis
Salir de nosotros mismos
El fin de semana de agosto fue mi primer misión en General Guido. Hace un tiempo que misiono y recibir nuevamente esta invitación me llenó el corazón de alegría. Una vez más Jesús me invitó a navegar mar adentro con él. Me llamó a ir a lo profundo con personas muy parecidas a mi. A todos los misioneros nos unía algo muy fuerte. Jesús, nos había transformado el corazón y necesitábamos salir a compartirlo.
Fue el Espíritu Santo quien me ayudó a entregarme en el proyecto de General Guido. Fue él quien sopló en nuestros corazones y nos impulsó a salir de nosotros mismos para ir al encuentro de las personas del pueblo. Fuimos instrumentos de Jesús, él fue el protagonista, nosotros solo fuimos vasijas de barro que llevábamos un gran tesoro. Con Sofi, mi pareja misionera, sentimos que fue Jesús quien nos llevó a tocar la puerta de Nilda, Zumilda, Rufina y Mari. Las eligió porque eran parte de su proyecto, eran las personas que necesitaba transformar, llenar de amor y de esperanza. El encuentro con estas personas increíbles renovó mi entusiasmo y mi vocación misionera y apostólica.
En esos tres días intentamos hacer lo que nos enseñó Santa Teresa “no perder ninguna ocasión de hacer algún pequeño sacrificio, aquí con una mirada sonriente, allí con una palabra cariñosa; siempre haciendo el más pequeño bien y todo por amor». Salir a amar, a escuchar, a transmitir un mensaje de amor y esperanza a las personas de General Guido, me llenó el corazón de amor y paz. A través de las charlas y la sabiduría de los adultos que visitamos, de los gestos y abrazos de los niños en la plaza, de la alegría de los jóvenes, Jesús me amó, me cuidó, y me enseñó muchísimas cosas. Los momentos que viví en la misión, con Jesús y con los demás, me hicieron sentir que estaba experimentando un pedacito de cielo. Pude sentir un amor extraordinario en los gestos de amor ordinarios y sencillos que tuvo la gente del pueblo.
Me fui de General Guido con ganas de volver, con ganas de seguir apostando a este proyecto tan desafiante. Hoy estoy más segura que nunca que misionando es en donde puedo ser la mejor versión de mi persona, en donde soy más feliz y en donde puedo encontrarme conmigo, con los demás y con Jesús de la forma más libre y sincera. Hoy puedo decir con confianza que en esta misión en General Guido, entregamos nuestros cinco panes y dos peces y Jesús hizo el milagro de multiplicarlos con todo su amor.
Martina Brea