Finalizado el Curso de Escucha Contemplativa (CEC), que se dictó durante dos años en la parroquia San Cosme y San Damián, de Mataderos, compartimos algunos ecos de este nuevo espacio de formación.
Cuando comencé este curso de la Escucha Contemplativa, deseaba encontrar algo pero no sabía qué. Pensé qué podría aportarme este curso a mi vida, siendo que fui criado en el seno de una familia con principios morales: ser honesto, respetar a los más grandes, ser solidarios…
Siendo callado, mi oído estaba preparado para oír, pero no para escuchar. Hoy, dos años después y mirando hacia atrás caí en la cuenta que la escucha contemplativa fue un camino de conversión del corazón hacia lo más profundo de él, derribando mis propios perjuicios, ataduras y limitaciones.
Este curso me enseñó a escuchar mi cuerpo, mis pensamientos, mis emociones y mis pensamientos. Fue una escucha de mí mismo para luego poder escuchar a Dios, y a los demás.
Me dí cuenta que no sabía escuchar. Fue un camino de espiritualidad descendente hacia lo más profundo de mi ser, al encuentro del Dios vivo que habita en nosotros, para luego ir ascendiendo en mi espiritualidad.
Este camino lo compartí con mi esposa, que fue un regalo que nos hizo Dios a los dos. Mejoró nuestra capacidad de escucha y nuestra paciencia, cada uno buscando su propia identidad y la relación con Dios, pero unidos en el amor hacia Dios.Fui formado en la escucha y el evangelio para poder trasmitirlo a los demás.
Fui formado por profesores, pero principalmente por seres humanos cálidos y sensibles.
Quiero darles las gracias por estos dos años que nos escucharon, formaron, y acompañaron.
También les quiero dar las gracias a mis hermanos de curso, que por obra del Espíritu Santo, se formó la comunidad del corazón.
¡Qué Dios bendiga a todos!
Juan
Parroquia San Cosme y San Damián (Arq. Buenos Aires)