Algunos alumnos que finalizaron su primer año del CAE nos comparten su experiencia en este camino que inciaron.
En el CAE me encontre con gente maravillosa, llena de Espíritu, un oasis en el mundo; esto comprende a todos: directivos, compañeros, profesores y por supuestos las acompañantes. El jueves, pese al «hermoso sacrificio» que me producía estar a horario y dedicar una tarde entera al CAE, lo hice con mucha felicidad.
No dudo que cambió toda mi persona, yo misma me doy cuenta de muchos cambios: mirar la religión desde otro ángulo totalmente diferente a como la había vivido hasta ahora (espiritualidad desde abajo- espiritualidad desde arriba), esto trajo un revuelo muy grande en mi corazón y aquí otra cuestión «mirar mi corazón» «bucear en el» ¡Qué dificil!, cambiar la visión de mi vida, llevar de verdad a Jesús en el corazón, mirar de verdad con la mirada de Jesús. No digo que lo logre, sino que encontré un nuevo camino, un camino diferente. Me pregunté ¿será el correcto? ¿será el que Dios quiere de mi? la respuesta es simple me siento feliz, con paz en el corazón a pesar de las aflicciones que cada día nos trae, entonces la respuesta no puede ser otra que Si.
Claro no todo es color de rosa, el estudio es algo que me cuesta, sobre todo por el poco tiempo que me queda para estudiar y lo dificil de poder concentrarme, atento a la cantidad de cosas que tenemos en la cabeza y las responsabilidades propias de mamá, esposa, hermana, amigos y el trabajo y sobre todo la cantidad de tiempo que dedico a las actividades eclesiales (catequesis, consejo pastoral) que me encanta.
No se si llegaré a ser acompañante espiritual y sobre todo una buena acompañante espiritual agradable a los ojos del Señor; como aprendí en el CAE, lo dejo en sus manos, dejo que me guíe y me entrego a Él. Mientras tanto estoy estoy feliz de haber comenzado este camino.
Silvia P.
El CAE para mí es un regalo contínuo de gracias. Hubo veces en que me sentía estremecida de alegría, al ver que Jesús, quería tenerme en este grupo tan cerca de El, donde voy aprendiendo a abrirle mi corazón. Me maravilla, también, comprobar la acción de Espíritu Santo. Tantas veces en las clases senti que mi corazón ardía por esta experiencia del amor de Dios y por el deseo que brotaba en lo más profundo de mí de estar cada vez más unida a El.
Las materias que tenemos me hicieron abrir la mente, ampliar mi visión de la realidad, pero lo más importante es comprobar que lo aprendido no queda sólo a nivel intelectual, sino que llega a todo mi ser, en forma integral. También fue un aprendizaje, a veces arduo, de autoconocimiento.
Otro aspecto, para mí fundamental, es el de la comunidad que formamos. Esto es un inmenso tesoro; comprobar cómo personas tan distintas, muchas recién nos conocimos aquí, podemos vivir como teniendo un sólo corazón. Cómo se vive la alegría del encuentro; como se puede exponer el propio corazón, sabiendo que es recibido con amor. Es vivir un poquito el Cielo aquí en la tierra.
Al considerar otra vez estas cosas, mi corazón se inflama de agradecimiento. A los que con tanto amor y entrega posibilitaron esto; a los profesores y acompañantes, que son una gracia de Dios. Y sobre todo, a nuestro Dios, que nos bendijo con este llamado. ¡¡GRACIAS SEÑOR!!
Elma G.
Mi corazón deseaba ardientemente vivir esta experiencia desde hace muchos años, y llegó en el tiempo justo, en el momento oportuno, como toda Obra de Dios.
Fueron 9 meses de crecimiento: autoconocimiento profundo, encuentro conmigo, con los «compañeros de camino» y con los que no lo saben pero también lo están recorriendo, aunque como » una carrera de obstáculos», y en ese doble encuentro surge el que da Vida a todo ésto «mi Alianza con Dios, sellada en el Retiro Anual de Valle María. Digo 9 meses y no es casual como madre de 4 hijos adultos, lo viví como un dulce, apacible y tranquilo embarazo que hoy, terminando este primer ciclo, da a luz una persona nueva, la Olga profunda, verdadera hija de Dios y con un corazón abierto a la acogida, luego de un largo silencio y una profunda escucha.
Olga M.