En Casa de María cerca de 40 personas compartieron un fin de semana de encuentro y oración, donde el Señor se hizo presente con su abrazo de amor, y una vez mas la soledad se hizo luz.
Es la segunda vez que participo de estos retiros, yo los llamo de «Solas y Solos».
La primera vez fui con gran dolor y mucha angustia, me había quedado viuda no hacía mucho, salí tan reconfortada, que en mi vida fue realmente un antes y un después.
Este fin de semana, dos años después, volví, desde otro lugar y lo que he recibido no se puede medir, es infinito, ¡estuve un ratito en el cielo!
Nadie del grupo maravilloso que conformamos junto a los coordinadores, nos queríamos volver.
Me llevo, la calidez de las coordinadoras que nos recibieron a uno por uno en la puerta, con los brazos abiertos y una sonrisa enorme, que jamás se les borró en los días siguientes. Me regalaron a un amigo: Jesús, me enseñaron a relacionarme con Él, desde otro lugar, ¡Qué maravilloso!
Al Padre Víctor, su comprensión en la confesión, su empatía en mis debilidades.
A la Casa de María, un paraíso en Luján, un verdadero oasis.
Al grupo maravilloso que en el silencio nos descubrimos y hoy a varios días después, no paran los mails que van y vienen, donde todos nos sentimos hermanados por la gran experiencia vivida y el propósito del rencuentro, eso sí, la próxima hablando.
¿Algo más se puede esperar?
Que Dios los bendiga, ¡Miles de gracias!
Mónica V.