Por Inés Ordoñez de Lanús – 6 de agosto 2016
Hoy celebramos la fiesta de la Transfiguración. Una vez más, como todos los años, quiero invitarlos a que caminemos juntos cuarenta días desde el 6 de agosto hasta el 14 de septiembre, Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. Es el día y la fiesta que el Señor eligió para entregarnos, en el año 1988, el tesoro del SEA. Es por eso que los invito a todos a que nos unamos juntos a renovar el SEA caminando estos 40 días, al corazón de Jesús.
Subir al Tabor y experimentar la misericordia de la Santísima Trinidad entregándonos este camino al corazón, verdadero camino de santidad y misericordia; verdadero camino para aprender a amar.
Y renovados en esta decisión, caminar nuestra vida con el profundo deseo de identificarnos con Cristo en su muerte y resurrección. Amando, perdonando y reconciliándonos más y más con nuestra historia y con la de quienes nos rodean.
En estos días Señor queremos volver a escuchar tu oración al Padre manifestándole tu deseo: Padre que sean uno, como Tú y yo somos uno! Que contemplen mi gloria! Que estén donde Yo esté!
Queremos despertar y avivar el deseo de nuestra unión con Vos!! Es tan profunda la invitación que nos hacés !!
Queremos dejar que salga de las profundidades de nuestras entrañas un grito de amor! Gritarte Señor nuestro amor, nuestra búsqueda, nuestro deseo de ser y estar en vos. Siempre!!
Es tu deseo Señor, se lo manifestaste al Padre en la última Cena; es también nuestro deseo!
En estos cuarenta días queremos decirte en comunidad: queremos lo que Vos querés y así como lo querés. Que SEA en nosotros y a través de cada uno tu santa Voluntad.
Y al mismo tiempo también nos postramos ante vos enmudecidos y deslumbrados como Pedro, Santiago y Juan en la montaña, contemplándote en el silencio elocuente de nuestro camino al corazón mientras tú gracia nos va transfigurando.
Llévanos Señor a tu encuentro! Allí donde nos habitas. Es tu promesa y es nuestro mayor anhelo.
Nos unimos a la oración del salmista: Una sola cosa pido al Señor, habitar en tu casa todos los días de mi vida! Esto te lo pediremos Señor en este Año Santo Jubilar, cada día de los cuarenta que caminaremos más y más al corazón de tu Misericordia!!
Los invito entonces a que subamos al Tabor, y allí, en la montaña contemplemos la gloria de Jesús Transfigurado. Dejemos que su gloria siga transformando nuestra historia en una historia de amor.
PRIMER PASO: LECTURA
Busco un lugar tranquilo en el que pueda estar a solas y sin ser interrumpido por 40 minutos. Preparo todo para este tiempo de oración: un lugar cómodo en el que sentarme, la Biblia, y una pequeña vela para encender como signo de la presencia de Jesús resucitado.
Me quedo en silencio y recojo mi corazón. Cierro los ojos y respiro con tranquilidad, disponiéndome para la oración. Hago un acto de fe en la presencia de Dios haciendo la señal de la cruz. Tomo la Biblia en mis manos, con amor y reverencia y leo el texto de la Transfiguración en el evangelio de Marcos 9, 2-9.
Seis días después, Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevo a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos. Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas. Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Pedro dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor. Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: «Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo». De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos.
Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos cumplieron esta orden, pero se preguntaban qué significará «resucitar de entre los muertos» (Mc 9, 2-9).
SEGUNDO PASO: MEDITACIÓN
Imaginemos el lugar:
MONTE
El Monte Tabor tiene 588 metros de altura. Desde arriba se contempla una vista maravillosa de toda la región de Galilea. Allí subió Jesús, junto con Pedro, Santiago y Juan para orar; y cuando estaba orando, se transfiguró en presencia de ellos, mostrándoles su gloria. Para conmemorar este misterio, la Custodia Franciscana levantó una Basílica en la cima del Monte. En la actualidad, muchos peregrinos suben al monte Tabor para orar. El impacto del lugar nos ayuda a contemplar la gloria de Dios, presente en ese lugar y en la tierra santa de nuestros corazones.
Y es ahí donde nosotros hoy queremos adentrarnos. El misterio de la Transfiguración es el cuarto misterio luminoso del rosario.
Situémonos en la escena y en el momento:
Jesús venía viendo el fin de su vida, y les anuncia a sus amigos su próxima muerte en Jerusalén. Pero ellos se niegan a aceptarla: “¿Cómo puede ser que se muera? ¿Por qué se va a dejar matar? ¿Acaso no había venido a restaurar el reino de Israel? ¿Para qué ir a Jerusalén y meternos en problemas?
En medio de esta confusión e incertidumbre, Jesús toma a Pedro, Santiago y Juan; Pedro, el primer Apóstol, el primer papa; Santiago el primer mártir; Juan el primer teólogo, y emprende con ellos el camino de ascenso al monte. ¿De qué irían hablando? ¿En qué estarían pensando? Seguramente, volverían a preguntar una y otra vez sobre el tema de su muerte.
Allí se transfiguró en presencia de ellos… En lo alto del monte les deja ver lo que sus ojos no podían ver, les muestra la verdad que estaba presente en su vida, pero que nadie podía reconocer. Les muestra la gloria de Dios, que es un misterio de luz y eternidad. Lo ven a Jesús, transfigurado; su rostro y sus vestiduras resplandecientes, y hablando con Moisés, el profeta de la ley, del decálogo, de los mandamientos; y con Elías el gran profeta de fuego.
«Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Los apóstoles se quedan desconcertados, no entienden lo que está pasando y tiene miedo… Pero reconocen en la experiencia una sensación de “bien estar”: ¡Qué bien estamos aquí! Muertos de temor y de miedo… sin entender nada… pero descubriendo que están bien en su presencia.
«Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo». Y para confirmar la experiencia que sus ojos están viendo, aparece una nube que los cubre con su sombra y escuchan la voz del Padre que dice: Éste es mi hijo muy amado, Escúchenlo… Escúchenlo.
Quedémonos aquí un minuto… Cerremos los ojos y contemplemos la gloria del Señor transfigurado, que resplandece en nuestra vida…
Pedro, Santiago y Juan fueron testigos de la gloria de Dios presente en Jesús. Pero esto no les bastó para comprender en ese momento lo que Jesús les quería decir.
Nosotros también estamos invitados a contemplar la gloria de Dios. Y también estamos invitados a dejarnos transformar por Dios, a transfigurar por la acción poderosa de la gracia de Dios que actúa eficazmente en nosotros, con la eficacia de su fuerza. Para que nuestros rostros y en nuestra vida resplandezca la gloria que nos habita.
TERCER MOMENTO: ORACIÓN
Rezo una decena del rosario, contemplando en cada Avemaría la luz del Señor que resplandece en lo más profundo de mi corazón. Le pido a María que me ayude a ser luz que resplandezca para los demás, que todos puedan ver en mi rostro al Señor resucitado.
CUARTO MOMENTO: LA CONTEMPLACIÓN
Dispongámonos a subir al Monte de la oración para estar con Jesús y contemplar su gloria. Nos quedamos en silencio, confirmando nuestra fe, en un momento de silencio sonoro en el que podemos “ver” la luz resplandeciente de su Presencia y “escuchar” la voz de Dios que nos dice: Este es mi hijo… ¡escúchenlo!
Al terminar el tiempo de la contemplación renuevo mi decisión de vivir de acuerdo al misterio contemplado. En estos cuarenta días, dame Señor la gracia de que todos puedan ver en mi vida y en mi rostro el resplandor de la gloria de tu presencia.
MPEC
- ¿Cuáles fueron las experiencias de mayor resplandor y luz en mi vida de fe? ¿Qué recuerdos tengo de ellas?
- ¿Qué es lo que hoy más brilla y resplandece en mi vida?
- ¿Cuáles fueron los momentos más difíciles de mi vida de fe, ya sea por decisiones que tuve que tomar, situaciones que afrontar o dudas, incertidumbres o dificultades para creer? Que me ayudó a atravesarlos?
- ¿Quiero seguir eligiendo a Jesús? Quiero dejarme transformar?
- ¿Qué cosas de mi vida necesitan ser transformadas?
- Elijo el SEA como camino de fe y santidad?
- Si pertenezco a la comunidad del SEA, que quiero pedirle a Dios para que renueve y fortalezca en mi a lo largo de estos días?
Y así iremos caminando juntos. Como nos pide el Papa Francisco, recemos por él y por este difícil momento que está viviendo la Iglesia, sobre todo en los países donde los cristianos son perseguidos. Y les pido que también recen por mí y por todos los que estamos trabajando para que el SEA llegue a los confines de la tierra!!
Amén.