Cuarenta días

cerillo El tiempo de Cuaresma es un tiempo de desierto, en el que es bueno que nos preguntemos una vez más: ¿Qué es lo que deseamos?, ¿Qué es lo que buscamos?, ¿Cuáles son los anhelos más profundos de nuestro corazón?, ¿Cuál es el fuego que arde en lo más profundo de lo que somos?

Todos llevamos un fuego esencial que arde en nuestro interior. Este fuego despierta y enciende nuestros deseos y anhelos. Nuestros deseos nos mueven y nos lanzan hacia delante, hacia el lugar donde se encuentra lo que deseamos; nos hacen tomar opciones y decisiones que marcan el rumbo de lo que queremos hacer a lo largo de todo el año. En estos 40 días caminamos en pos de nuestro fuego esencial. A veces nos parece que es inalcanzable: vivimos con la sensación de que no podemos poseer la plenitud, el fuego que tanto deseamos, que siempre tenemos deseos de más y más, que no hay nada ni nadie que pueda colmar los anhelos “sin fondo” de nuestro corazón.

¿Qué es este fuego que arde atrayéndonos a sí? Fuego de bienes eternos… fuego de eternidad. Nuestro corazón tiene deseos de eternidad, porque es al mismo Dios al que deseamos, lo sepamos o no. Desear a Dios supone, al mismo tiempo tensión y posesión; vacío y presencia; aquí y allá. Dios es el que primero nos desea y su deseo despierta en nosotros esta inquietud, esta atracción a Él que hace que nuestro corazón arda y esté inquieto y en búsqueda constante hasta que descanse en Él.

Imagen: Claudio David Briones Orta.