En el corazón de la persona que se adentra en la contemplación se van desarrollando ciertas actitudes y virtudes, tales como:
- la experiencia mística de vivir en el Corazón de Jesucristo y ser testigos enamorados del amor, irradiando el amor en todas las situaciones de la vida cotidiana;
- una acogida incondicional a todos, que nos hace capaces de recibir a quienes piensan, sienten o actúan en forma diferente, estableciendo relaciones de profunda comunión;
- una mirada de confianza en la sacralidad de la vida;
- una escucha atenta y silenciosa, que nos ejercita en el arte de escuchar con el corazón, y de vivir atentos y presentes;
- las disposiciones para seguir creciendo y animando a los otros a crecer, a permanecer en el camino a pesar del dolor o la adversidad,
- a confiar en que Cristo es siempre la última palabra que vence a todo mal e ilumina toda oscuridad.