¿Cómo descubrimos a Dios en nuestra vida?

Nos cuesta reconocer a Dios en nuestras formas humanas, reconocerlo presente en cada situación de nuestra vida. Estamos más acostumbrados a relacionarnos con un Dios lejano, distante, que poco tiene que ver con nuestras fatigas y alegrías cotidianas.

Necesitamos una ciencia nueva para comprender el misterio del amor encarnado; la ciencia del Espíritu que unido al nuestro nos enseña a reconocer su presencia en medio de nosotros. En el camino al corazón el Espíritu Santo nos enseña a “estar presentes”, a nosotros mismos, a los demás y a Dios, a vivir despiertos a la vida, para reconocer la Presencia de Cristo latiendo en el corazón de toda la creación. Viviendo así descubriremos y gozaremos de la plenitud del Todo presente en cada instante de nuestra vida.

Emprender este camino supone de parte de quien lo inicia, una profunda fe y una firme determinación por la verdad. Verdad sobre Dios, creyendo que lo habita en su corazón y le invita a la fiesta íntima de la unión con Él; y verdad sobre sí mismo, creyendo que en su corazón se encuentra enterrado el tesoro de su verdadera identidad, y está dispuesto a desenterrarlo y conocerlo, aunque conlleve sufrir.

Algunas personas se resisten a emprender este camino. Prefieren vivir merodeando por el afuera, sin decidirse a entrar; se niegan a “mirar y escuchar” los acontecimientos de su vida cotidiana para descubrir en ellos la presencia y la acción de Dios. Son mecanismos de defensa que empleamos para no conocer, para no mirar aquello que desconocemos y tenemos miedo porque puede hacernos sufrir.