Como comunidad del SEA queremos vivir la Cuaresma a la luz del lema que nos acompañará a lo largo de todo el año: “DECIDIÉNDONOS A VIVIR”.
Por eso los invito, al comenzar la Cuaresma, a decidir cómo queremos vivirla. Podemos decidir algo diferente a lo de siempre, podemos volver a preguntarnos cuál queremos que sea nuestro ayuno y nuestra limosna, y cómo queremos vivir nuestra oración y nuestro encuentro con Dios en este tiempo.
Tenemos que decidirlo, para que el tiempo de Cuaresma ilumine todas las decisiones que hemos tomado para este año.
El Deuteronomio, al comenzar este tiempo, nos pone frente a una decisión: la vida o la muerte.
Hoy pongo delante de ti la vida y la felicidad, la muerte y la desdicha. Si escuchas los mandamientos del Señor, tu Dios, que hoy te prescribo, si amas al Señor, tu Dios, y cumples sus mandamientos, sus leyes y sus preceptos, entonces vivirás, te multiplicarás, y el Señor, tu Dios, te bendecirá en la tierra donde ahora vas a entrar para tomar posesión de ella.
Hoy tomo por testigos contra ustedes al cielo y a la tierra; yo he puesto delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Elige la vida, y vivirás, tú y tus descendientes, con tal que ames al Señor, tu Dios, escuches su voz y le seas fiel. (Cf. Deuteronomio 30, 15-20)
Si elegimos la vida… ¡Viviremos! Y seremos –como nos dice el Salmo 1- como un árbol plantado al borde de las aguas, que produce fruto a su debido tiempo, y cuyas hojas nunca se marchitan: todo lo que haga le saldrá bien. Pero podemos tomar otras decisiones… y hacer que nuestra vida se vuelva como paja que se lleva el viento.
¿Cuál es nuestra decisión hoy? ¿Qué decidimos? Ante cada uno de nosotros está la vida y la muerte, y… ¡es nuestra decisión!
Si elegimos la Vida, tenemos que escuchar las Palabras de Jesús, que es la Vida. Escuchar y obedecer con fidelidad… aunque no entendamos.
El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá y el que pierda su vida por mí, la salvará. ¿De qué le servirá la hombre ganar el mundo entero, si pierde y arruina su vida? Lc 9, 22-25
¡Qué paradoja! Porque Jesús identifica la cruz con la vida, y muchas veces nosotros, queremos elegir la vida pero no nos decidimos a tomar nuestra cruz. ¿Cuál es mi cruz? ¿Qué significa para mí la cruz? ¿A qué tengo que renunciar para elegir la vida?
A veces identificamos “la cruz” con el sufrimiento, el dolor, la adversidad, lo que atraviesa nuestra experiencia trayendo muerte… Pero la cruz es para los cristianos signo de vida! La cruz que Jesús nos invita a cargar para seguirlo, es nuestra propia vida, con sus luces y sus sombras, con sus dificultades y alegrías. ¡Toda nuestra vida, así tal como se presenta, en lo sencillo y cotidiano de cada día! Porque es en cada día de nuestra vida donde se juega nuestra decisión de amar, de ELEGIR LA VIDA… para vivir.
La Cuaresma es tiempo de decisiones. Ojalá todos podamos tomarnos un tiempo, cada día, a lo largo de estos 40 días para elegir la vida, decidirnos a abrazar nuestra cruz y caminar tras los pasos de Jesús, identificados con Él, que es la Vida.
Que el Señor recree en todos un corazón puro y renueve la fuerza de nuestro espíritu, para que podamos juntos, como comunidad, caminar a lo largo de todo el año la primera Etapa del Camino al Corazón: “Decidiéndonos a Vivir”.
Que así SEA.