Cuando las Sagradas Escrituras hablan del corazón, se refieren no solamente al órgano corporal, ni al lugar de los sentimientos o de los impulsos, sino al lugar más profundo de la persona, donde reside su verdadero yo y donde se encuentra su núcleo más secreto, el sagrario en el que se encuentra a solas con Dios y donde descubre una ley inscrita que lo llama continuamente a amar, a hacer el bien y a evitar el mal.
El corazón es el lugar de la verdad y de la decisión donde elegimos el sentido que queremos darle a nuestra vida. Es el lugar en el que nos “adentramos” para buscar y encontrar a Dios.