Chile: Varones de Adviento

Por Santiago Delfino

El jueves 2 de diciembre, invitados por la filial de Chile, partí junto a Carlos Udaquiola a Santiago, para compartir el primer retiro de varones, un retiro de Adviento, un retiro de María.
Me propuse dejarme sorprender y fue más, siempre es más. Una vez más rebalsó esta constancia de que El viene, atraviesa y llega a cada corazón. Me impresiona, me emociona, me alegra tanto!
Con Carlos sabemos de esto que ocurre al comienzo de cada retiro, y vamos en silencio, caminando despacio, respirando suave y cada vez más hondo por la capilla, poniendo todo en disposición, nuestros corazones primero.

Y van llegando, uno a uno, con sonrisas nerviosas, con apuros despertados de una semana de trabajo, van llegando y entrando, como siempre en cada casa de retiro los recibimos, los acogemos, les damos su lugar, su cuarto, sabemos que fueron llamados, los estábamos esperando y ya verles es comenzar a vivir lo sagrado. Constatar que hay un solo idioma, que no importan los modismos, que el Señor habla y se hace entender en todos los corazones. Ir palpando el proceso de cómo despacio, con cada respiración honda, profunda, se van abriendo las entrañas y se comienza a vivir una confianza cada vez más plena que rompe con todo tipo de barrera.
El Dios de la vida, de la vida en serio que nos llama por nuestro nombre a decir y decidir sobre nosotros, a ponernos de pie, a elegir nuestros lugares y desde allí aprender a amar. Así de sencillo, así… decidir romper con amarras viejas, decidir navegar y navegar mar adentro, ahí donde el Señor quiere que estemos. Algunos se animarán de entrada, otros de a poquito, otros dan vueltas por el muelle… no hay apuro, sentados en nuestros banquitos, en nuestros lugares, respiramos, con las palmas unidas, una sobre la otra, no entendemos mucho, no pasa nada… y pasa todo, así en su tiempo, cada uno va despertando a lo que el Señor quiere para él.
En este fin de semana nos encontramos y hoy sé que nos conocemos.
 Con la certeza de haber vivido profundamente el ser comunidad, que se espera, se cuida, se acompaña. Varones que renovamos la mirada, la escucha, la confianza. Varones del «este soy yo, estoy acá, para amar». Vinimos de distintos lados, regresamos a nuestros lugares como varones del Sea.
Gracias Chile, gracias Marcela y mujeres del Centro, gracias Lucy, gracias varones del Adviento.
Carlos y Santiago

Muchos lugares, el mismo Carisma 

Eramos veinte llegados de diferentes lugares, algunos ya participando en el Centro de Espiritualidad, en el curso de acompañamiento espiritual, en grupos de oración, otros invitados por amigos, esposas, otros de pertenencia a otros movimientos de la Iglesia y nosotros, Carlos y yo, desde el CESM en Buenos Aires.

Y así llegamos a la casa de retiros, al pie de la cordillera de los Andes, como en cada retiro los mismos ritos, bajar las cosas, preparar cuarto por cuarto, ir a la capilla, poner música linda, ordenar los banquitos en círculo con sus almohadones, la mesita con su mantel blanco en el centro donde pondremos luego el sagrario, María del Sea, las velas, dándole forma y lugar a lo que sabemos es lugar sagrado que pronto los varones que estarán llegando lo irán descubriendo, de a poco, constatando lo importante, lo necesario, lo vital que será para cada uno de ellos su lugar, su banquito, su estar.  Partimos de Buenos Aires con cosquillas en la panza, y sostenidos por la oración de muchísimos, especialmente de nuestras mujeres, de nuestras amigas, siempre fieles sosteniéndonos desde la oración. Con esa confianza llegamos a Chile. Fuimos recibidos por Lucy Deane, acompañados, acogidos, visitamos la sede del Centro, lindísima, blanca que resplandece, sencilla en sus líneas, Marcela Rueda nos iba llevando, presentando, mostrando, compartiendo sus lugares, abiertos, llenos de luz, increíblemente todo nos era conocido, respirábamos con Carlos la misma fe, la misma esperanza, el mismo carisma. Me acordaba de Buenos Aires, de Santa Fe, de Luján, lugares donde hacía poco había compartido, las mismas maneras, las mismas miradas, los mismos abrazos, la alegría que se palpa, la que nace de las entrañas, las mismas mujeres, el mismo Carisma.